Semana 16 - El habla

Soy una persona que se pone nerviosa con facilidad. Pero mis nervios no pasan por rendir un examen, enfrentarme a 300 espartanos, abrirme paso entre un grupo de mujeres que quieren tirarme. Mis nervios son, en cierto sentido, lingüísticos. Semiológicamente hablando, no es el lenguaje lo que me preocupa, sino el acto del habla. No arrastro las "r" y cuando tengo que hablar con propiedad, suelo usar todas las "s" correspondientes (nada de "vistes"). Me pongo extremadamente nerviosa al hablar en público, en un clase, en cualquier lado que no sea un grupo de amigos.
Me acuerdo que en la primaria, después de izar la bandera, semana tras semana, un grado era elegido para que pusiera un estudiante al frente de toda la escuela y leyera una noticia. Mis manos temblaban tanto que se me hacía difícil leer el papel.
Es el día de hoy que, si voy a una reunión social, en la que solo conozco a una o dos personas, siento un vacío en la panza y me sudan las manos.
El otro día, en clase, teníamos que hablar sobre un texto. Y había una parte que yo había entendido fácilmente y recordaba a la perfección porque lo había visto antes. No era muy extenso y, además, yo tengo la capacidad de dar respuestas concisas en este tipo de situaciones. Así que una parte de mi, la segura y confiada, levantó mi mano. Todo hubiera estado bien si esa parte no hubiera huido despavorida después, dejándome con una lengua que se trababa y una respuesta escueta y un tanto pobre.

No sé cuál es el problema. Supongo que mi enorme timidez y cierto componente "x" en mi ADN (¿existirá algo así como una proteína u otra cosa que nos ayude en las tareas de sociabilización? Si es así, yo seguro que no la tengo en cantidades normales). Es por esto mismo que se me hace sumamente difícil entablar conversación con el resto de mis compañeros. Necesito tiempo, necesito entrar en confianza, una vez que estoy "cómoda", hablo, a veces mucho (siempre, de cosas no demasiado comprometedoras, pero esto podemos dejarlo para otro capítulo)...
Si me encuentro con algún compañero en el colectivo, ya empiezo a pensar en qué decirle, cómo, de qué puedo hablar... Seguramente, el proceso de comunicación es mucho más sencillo, algo así como hilvanar sonidos que formen un todo coherente. Si no tenés fallas en el cerebro, esto no debería presentar un mayor desafío. Pero no puedo hacerlo simple, tengo que ver el lado épico de todo. Y hablar con el resto, es una de las más grandes epopeyas de mi vida.


36 semanas y contando...

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