Semana 5 - Vacaciones

Estoy de VACACIONES. Esto es, que tengo mis horas al pedo, mis tiempos solitarios en casa. Quien viva con alguien, sabrá que hay cosas que uno hace que sirven para plantarse y decir: "la casa es mía".

Cuando no hay nadie en casa, me puedo levantar a la hora que quiero, sin necesidad y avisar que NO me despierten (y la satisfacción que trae el levantarse y no encontrar a nadie en la casa), y estar todo el día en pijama, por varios días seguidos, sin que alguien empiece a lanzarme miradas con mensajes implícitos, o quedarme en ropa interior (bajando las persianas para no regalarle tal espectáculo al vecino de enfrente). Sola, camino por la casa en patas, ABRO LA HELADERA con plena seguridad de que no voy a terminar con un peinado punk. Puedo ponerme los patines y practicar caminar con los frenos. Música a todo volumen, y cantar en la bañera. Tirarme en el sofá, con un sistema de audio casero, pero potente, y mirar una buena película con adrenalina, persecuciones, choques y tiros. Puedo comer frente a la pantalla de la pc, y no lavar nada hasta las 5 de la tarde, o llevar una butaca al comedor y comer tirada en el sofá.
Pero, sin duda alguna, lo más importante, lo que me hace marcar que estoy sola en casa, es que puedo ir al baño con la puerta abierta. ¡SÍ! La libertad de estar haciendo lo primero o lo segundo con la puerta abierta de par en par, sin preocuparse porque llegue alguien, violando todas las reglas de comportamiento social que nos han inculcado, es lo que más me gusta de estar sola en casa. Aunque sea por unas horas. Al fin y al cabo, ¿quién te quita lo bailado?

Sí, tengo dos semanas durante la mañana para ir al baño y estar en casa sin que me importe nada. No necesito Gessell, con su multitud de jóvenes hormonales y puestos hippies, no necesito Mar del Plata, Pinamar o Punta del Este. Y a pesar de que me gustan las montañas, y prefiero los ríos al mar, me conformo con estar con el aire tirada haciendo lo que se me dé la gana hacer.

No One But You - Queen

Si este tema antes me daba escalofríos, ahora hace que se me piante un lagrimón.




Hay noticias que te dejan pensando todo el día. Hoy, recibí una de ellas. Y no hay nada que pueda hacer o decir, que ayude en.. algo. Solo quedar a la espera de novedades.

Semana 4 - Incumplimiento

¿Cuánto duré? 3 semanas, porque a la cuarta ya rompí con mi promesa. Me afectó el feriado, que me desorientó y me olvidé completamente.

Y, para colmo de males, no tengo nada para contar... ¿improviso? Dale, improviso.


En el aula de 2ºB, en un hueco de la madera entre el piso y el sócalo, había un lápiz. Un lápiz muy pequeño, y antiguo... nadie era capaz de precisar quién había sido el dueño o cómo ese lápiz había ido a parar a semejante lugar.
Varias historias circulaban alrededor del útil escolar: que su dueño, había sido un niño que estaba copiándose en un examen, y en un momento de descuido, la voz estridente de la maestra le llamó la atención, haciendo que saltara de su asiento y el lápiz cayera al piso, y rodando, fuera a parar en ese mismo lugar. La maestra reprendió severamente al alumno, con el apoyo de la directora, y ya nadie volvió a saber de él. Otros decían que un chico sufrió una crisis nerviosa, debido al estrés de la primaria, y comenzó a sacarle punta a un lápiz. A todo momento, sacaba punta. La maestra, fuera de sí, le quitó el lápiz con vehemencia y lo arrojó contra la pared, picó al piso, rodó y cayó en el agujero.
Una tercer leyenda, hablaba de la maldición del lápiz: quien lo tocara, tendría mala suerte por tres años, repitiendo durante ese lapso, el 2º grado.

Miguelito era nuevo en la escuela, sus padres se habían mudado a una casa más chica y lo cambiaron en mitad de año a un establecimiento más cercano. No había escuchado todas esas historias, ni tampoco habría podido indicar cuál era el lápiz en cuestión. Solo estaba seguro de algo: estaba en medio de la prueba de matemáticas y se le había roto la punta del lápiz. La maestra Claudia era la más temida de todas las maestras, no aceptaba errores, disculpas, no toleraba que alguien no tuviera el material para trabajar. Y eso era exactamente lo que le pasaba a él... era despistado, y como tal, perdía la goma, el cuaderno... la cartuchera entera. Y como trofeo, el grito de Claudia, la nota en el cuaderno de comunicaciones, tarea extra y la cara poco alegre de sus padres.
Pero Miguelito se había preparado, había puesto sus útiles ordenados de menor a mayor en la cartuchera, revisó que el cuaderno tuviera hojas, sacó punta todos los lápices, incluso a los de colores que no iba a usar, y usó la goma hasta que quedó blanca de nuevo.
Miró de reojo a Joaquín. El chico estaba sentado en la otra punta, y sobre el banco, estaba su sacapuntas. Se lo había pedido esa mañana y no se lo había devuelto. Sabía que era imposible razonar con Claudia, explicarle lo acontecido y solicitarle a Joaquín que le devolviera lo que no le pertenecía. También sabía lo mucho que la maestra odiaba que escribieran con colores a menos que ELLA lo indicara... y este no era el caso. Observó al resto de sus compañeros, todos enfrascados en su hoja, pensando o haciendo de cuenta que pensaban. Miró el piso: un par de chicles, pedazos de papeles, una moneda de cinco centavos (rogó internamente porque nadie la agarrara hasta el recreo) y un pañuelo de papel hecho un bollo. Cuando estaba por caer una lágrima sobre su cuaderno, vio, en un hueco entre la madera del sócalo y el piso, un pequeño lápiz azul, lleno de pelusas.
No era factible que pudiera rescatarlo sin que Claudia se diera cuenta, así que extendió un tembloroso brazo por encima de la cabeza y esperó.
Como dos agujas afiladas, sintió la mirada de la maestra sobre su persona.
-¿Sí, Tavadeo?
-Señorita, se me cayó el lápiz.
-¿No tiene otro?
-No...-pareció meditarlo.
-Está bien, agárrelo. Pero que sea la última vez, Tavadeo, sino, se lo pego a las manos, ¿está bien?.
Miguel asintió. Se puso de pie, y acompañado de una regla, se acercó al hueco. Uno a uno, los compañeros se dieron cuenta de lo que estaba tramando. Se chistaron entre ellos para que observaran el evento, le chistaron a él para advertirle, pero Miguel no oía más que el latir acelerado de su corazón.
Se arrodilló junto a la pared. Metió la regla de 15 cm.transparente (el tamaño justo para la cartuchera), hasta que tocó el lápiz, e hizo palanca. Al primer intento, falló. Los chicos del fondo se pusieron de pie, alentándolo. Claudia intentaba hacer que todos volvieran a su lugar, pero era en vano.
Al segundo intento, la punta del lápiz asomó y Miguel la atrapó entre sus pequeños dedos. Tiró y lo sacó. Como si hubiera alzado la copa del mundo, los alumnos irrumpieron en víctores y aplausos. Claudia gritaba "silencio" una y otra vez, y ya nadie la escuchaba.
Miguel, asombrado, se sentó en su banco y miró su hoja. Notó el error que había cometido en la última cuenta y lo arregló, en el instante en que Claudia llegaba a su lado, lo tomaba del brazo y lo llevaba a la dirección, frente a un grupo de 20 niños desquiciados.



Miguel obtuvo un diez en su prueba y tuvo que explicar, sin entender, lo que había ocurrido.

Ya han pasado 20 años desde ese día. El lápiz volvió a su rincón, Miguel lo dejó ahí después de que sus compañeros le contaran toda la historia (y que Joaquin le devolviera el sacapuntas).

Los niños de 2º B hoy cuentan una nueva leyenda épica: hablan del lápiz encantado y del pequeño niño despistado que se atrevió a sacarlo.

Charmless Man - Blur

La música de miércoles llegó el jueves por problemas de cuelgue de la dueña de este blog.


Semana 3 - El viajar es un placer...

Hago una actualización rápida, en pos de mejorar nuestra sociedad:

A ud., que viaja en subte, colectivo, o cualquier medio de transporte masivo, le digo, le pido, le imploro:

-Deje DESCENDER. No es difícil, primero, baja la persona que se encuentra arriba del medio de transporte, y luego, ud. puede subir, sin necesidad de empujones, de cuerpos que no van ni para atrás ni para adelante, sin tener que usar al niño de ocho años como escudo de carne esperando que se compadezcan y la dejen subir. Eso, no va a funcionar.

-Si ve que hay espacio hacia el centro o fondo y el colectivo/subte/otro se encuentra con personas colgando de la puerta, por favor... CIRCULE. Un paso, luego otro, llega atrás y la gente puede subir. El chofer tranquilo, nadie muere, los periodistas de Crónica descansan y ud. capaz se gana un par de sonrisas amables.

-Baje la música de sus auriculares (y ni hablar con usar un celular en modo comunista: "mi música es para todos"). Cuando ud. sea chofer de un transporte público, pondrá la música que se le cante y todos nos la tedremos que bancar, sin decir ni mú. Hasta que eso pase, su música es SUYA: a nadie le interesa lo que ud. vaya escuchando, la vieja del primer asiento no va ir al próximo recital de Néstor en Bloque, y el amor de su vida no va a aparecer porque en ese momento esté escuchando The Smiths. Esto no es una película, esto es un medio de transporte en hora pico, con gente cansada del día anterior, cansada de trabajar, calor, molestias y dolor de pies. No meta más leña al fuego.

Este fue un mensaje para toda la comunidad.

Los esperamos la semana que viene, donde les enseñaremos a utilizar el celular con propiedad.

No Rain - Blind Melon

Qué levante la mano quien pueda tocar este tema en guitarra...

...aunque nadie pueda verme, tengo la mano alzada. A partir de hoy, puede decirse que me puedo hacer un cover digno de un karaoke en un bar de mala muerte.

Quién no ha sido una abeja...




Justicia

La muerte no es justicia.

La muerte es inevitable.

Que alguien muera no es que haya justicia, es parte del ciclo de vida. No importa qué tanto se desee que una persona muera, indefectiblemente lo hará.

De todas formas, algunas veces, se siente injusto que alguien se muera. Tal vez por las circunstancias, tal vez por la edad, tal vez porque alguien lo mató. No sé si "injusto" sea la palabra adecuada... pero es lo que se me viene a la mente de vez en cuando.

Estaría bueno, que todos aquellos que cometieron crímenes, sean ajusticiados (con esa Justicia, que es ciega, que no se inclina hacia un lado o hacia otro sin estudiar el caso anteriormente), y no que solo nos quede sentarnos a esperar la llegada de la Parca.


Semana 2 - Confesiones

Para la entrada de hoy, pensé en hablar de esas pequeñas cosas que hacemos y que no queremos que todo el mundo sepa. Sé, según las clases de dirección de actores que tuve, que en algunas escuelas de teatro, el alumno debe representar, como ejercicio, un "momento privado": algo que ellos hacen cuando nadie más los ve. Están los que van a hablar de la masturbación y quienes van a salir un poco de la obviedad.
Siguiendo esta línea, estoy aquí para contar algunas de esas cosas que hago cuando nadie me ve, o que hago sin querer anunciarlas a viva voz. Espero no arrepentirme en el transcurso de mi escritura.

1- Confieso que me encanta leer "Orgullo y Prejuicio". Aprovechaba las horas de biología en quinto año para devorarme sus páginas y con asombro miraba a mis amigas y les decía que Lizzy por fin estaba por contraer matrimonio con el Sr. Bingley. Después de eso, volví a leerlo en dos oportunidades más, y me enorgullezco en decir que en una de ellas, pude empezarlo y terminarlo en el mismo día. Y, como si fuera poco, no dejé de disfrutarlo en cada una de mis lecturas.

2- En cuanto a las películas, puedo ver cine alemán de la época expresionista, ser cómplice de Hitchcock y su mirada, mirar a Truffaut y valorar su grandeza, pero, si haciendo zapping en la tele, la veo a la rubia regordeta de Bridget Jones, vestida como conejita, cayendo por un caño, o entre dos amores, no puedo cambiar el canal. Tengo que verla ir y venir, tengo que odiar a Darcy y después pensar que es el mejor hombre del mundo, para terminar riéndome cuando sale corriendo a buscarlo con su calzón en medio de la nieve. Algo similar, aunque ahora ya no tanto, me pasaba con Legalmente Rubia (la primera, que si esa ya es mala, la segunda parte es innombrable): cómo ridiculizaban a la típica rubia y a su séquito de amigas y cómo, en ese constante de ridiculez, ella lograba descifrar el caso (¡la clave era la permanente!), me resultaban muy graciosos.
Si hablé del libro, tengo que hablar de la película. Orgullo y prejuicio la llegué a ver una vez por día durante toda una semana. Y ni siquiera era una copia en DVD, no, era un rústico VHS que suplicaba misericordia cada vez que lo metía en la reproductora. En la línea de películas románticas (pero basadas en historias que transcurrían en el romanticismo, digo, nada con Jennifer López y Richard Gere bailando salsa, por ejemplo), vi Sensatez y sentimientos, Mujercitas (que también he leído el libro... con mi adorada Jo), y Becoming Jane. Debe haber más, pero mi memoria se hace la difícil en estos momentos.

3- Cuando no hay nadie en casa, me baño con la música a todo volumen y canto bajo la ducha. Si eso no es suficiente, una vez cambiada y con el pelo seco, corro hacia mi pieza y frente al espejo improviso un recital, o voy al comedor a los saltos y armo una coreografía digna de ser interpretada por bailarines profesionales... cuando la hago yo, parezco una persona con serios desórdenes mentales y problemas de coordinación (¿parezco?)

4- Miro Glee, no me pierdo ningún capítulo, aunque algunos me resulten más aburridos. No solo eso, creo que hay versiones de los temas que están mejores que los originales.

5-La Shakira anterior a Servicio de Lavandería es demasiado grosa. Verdad indiscutible.

6- No vi las tres primeras (en orden de lanzamiento) de Star Wars. Ni Star Trek. Temo que mis amigos ñoños se enteren y dejen de hablarme.

7- ¿Viste cuando vas por la calle y alguien te habla? El baboso que pasa y te dice algo, el tipo del auto que casi te pisa, la señora que te mira mal o protesta porque ELLA se paró en medio de la vereda y fue TU culpa no esquivarla... bueno, a esa gente, hay días que me sale hablarles en inglés. No es que lo piense, o es que tome esa determinación, es una respuesta automática que, de pronto, noto que estoy diciendo en inglés.

8- Hay días en los que me angustio o que me agarra una tristeza infinita. Esos días lloro y me duermo abrazada a la almohada.

9- Cuando empiezo un curso nuevo, cuando voy a un cumpleaños lleno de desconocidos, o a alguna reunión de características similares, me pongo sumamente nerviosa. Me duele la panza, me sudan las manos, y empiezo a bostezar. Después, cuando compruebo que no es tan terrible, o que puedo hablar con otras personas, se me pasa. Eso sí, los cinco no los choco con nadie.

10- Si estoy nerviosa, lo mejor que puedo hacer es escuchar música. Un disco conocido que me acompañe en el trayecto, es lo que necesito para evitar que mi alma salga huyendo de mi cuerpo.

11- Será la falta de confianza que me caracteriza, será toda la inseguridad que llevo a cuestas, pero para algunas cosas necesito mentalizarme. Me pasaba con básquet, me pasa ahora con el patín, ir en el viaje, repitiéndome mentalmente "puedo hacerlo, puedo hacerlo, no soy tan mala, puedo hacerlo". Más lamentable aún, es confesar que también me pasa cuando tengo que hacer algunos llamados telefónicos.

12- Esto es vox populi, pero no menos importante: el día que vi por primera vez Cinema Paradiso, lloré. Pero no lloré al terminar la peli, en la mitad, ni siquiera tras veinte minutos de cinta. Lloré mientras aparecía el menú en mi DVD, con la música. Y por varios meses, no podía escuchar el tema principal sin que se me piantara un lagrimón.



Invito al ocasional lector a sincerarse también y contar algunas cosas... Acá nadie juzga a nadie, que no soy la más indicada para hablar.

Semana 1 - La página en blanco

Casi al borde de romper lo que no había llegado a empezar, decidí actualizar, como había anunciado.
Creo que lo que más me influenció esta semana fue esa famosa y espantosa hoja en blanco (aunque, tratándose de este medio virtual, no sé si "hoja" sea la mejor definición). Es una competencia mano a mano el de la hoja en blanco. Por un instante, se miran mutuamente y luego de analizar su perfecta superficie, una se dispone a escribir las primeras líneas. Si ese día se está con suerte, se puede escribir un buen tramo antes de parase a revisar, ajustar, cambiar y proseguir. Pero los días con suerte no son los más frecuentes. Los que proliferan son los otros, los que se escribe una línea, se lee y no gusta. Se borra. Volvemos a intentar. Mejor, pero hay que ajustar un poco la redacción. ¿Cómo se dice eso? Ay, lo tengo en la punta de la lengua... no, no hay caso... pongo un sinónimo. Y dale que va. Terminamos el párrafo en plena disconformidad, así que, ctrl + e, supr, y vamos de nuevo. Pero ahora es distinto... porque ya hay una incipiente frustración. Y la hoja se siente poderosa, nos refriega su blancura, nos encandila con la luminosidad. ¡La muy turra! Sabe que somos débiles y que no hay nada peor que la incapacidad de plasmar una idea, de expresarse. Son muchísimas las batallas perdidas frente a la enemiga silenciosa, y muchísimas las que están a medio camino, esas ideas que se empiezan y no se siguen, o esas otras que voy desarrollando en mi mente y eventualmente me digo (¿me miento?) que las llevaré al papel.

Supongo que fue ese pavor a la hoja en blanco, a sentarme y que no me saliera nada para escribir, lo que más me demoró.

Pero por hoy, le gané. Tato 1, Hoja 0.

Como dice Mirta, hasta la semana próxima, si dios quiere. Qué bueno que sea atea.