Semana 13 - Los firmantes

Estaba en tercero o en cuarto grado cuando en el cuaderno de comunicaciones llegó el aviso de que iban a ir a la escuela a hacernos el DNI. Recuerdo haberme sacado la foto antes de hacerme un estudio médico con un hombre que me hacía chistes para que sonriera... pero a mi nunca me gustaron mis dientes y simpre traté de esconderlos, así que sus intentos fueron en vano. Miento, fueron para peor, porque por cerrar la boca cuando se venía la risa, salí con una cara de papa terrible, que hacía que mis redondeados cachetes rellenos parecieran aún más rellenos.

Más allá del ataque al buen gusto que significó esa foto, la llegada del DNI trajo una nueva preocupación a mi vida: tenía que tener una firma.

La palabra "firma" no decía mucho para mí por aquél entonces, pero mi madre, con su paciencia china, me explicó lo que era una firma y para qué servía. Sus palabras aún resuenan en mis oídos: "la firma siempre es la misma, la hacés siempre igual, y sirve para identificarte en un trámite" (ok, no me resuenan muy bien, hay una importante distorsión y el mensaje no llega completo, pero esa era la idea). La presión fue extrema: tenía que encontrar una firma que pudiera reproducir por el resto de mi vida, porque si no, iba a tener problemas. En mi imaginario, yo acudía al banco y como la patita de la "j" no me salía igual a lo que ellos tenían registrado, no me iban dejar acceder a mi plata, e iban a llamar a la policía, a una unidad especial que arrestaban a falsificadores como yo.

Tardes enteras buscando cómo firmar, qué poner: ¿mi nombre? ¿Un pseudónimo? ¿Iniciales? ¿Apellido? ¿Nombre Y apellido? Ninguno de mis intentos quedaba bien, y menos aún, podía repetirlos a la perfección luego.

Finalmente, logré armar una que es una mezcla de mi nombre y las iniciales de mi apellido en algún lado: es que más bien parece que empezara con el inicio de mi nombre y terminara en un mamarracho. Conseguí la firma, sacrificando la producción seriada: no soy capaz de repetirla. No creo que haya dos firmas iguales mías, y se puede ver sin necesidad de un perito.
Asimismo, me di cuenta que los bancos no tienen un perito y que mi cuenta no rebalsa de dinero como para que se preocupen exccesivamente.

Para seguir con el tema, me llevó mucho tiempo acostumbrarme. Las primeras veces, me ponía tan nerviosa que me trababa o hacía cualquier cosa... un garabato que en nada se parecía a mi firma.

El uso de la tarjeta de débito me curó de espanto.

39 semanas y contando...

pd: ¡Vi Volver al futuro en cines!
pd2: recibir un reconocimiento por trabajo, no tiene precio.

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