Finales.

Las puertas se abrieron y sus rostros voltearon, expectantes. Poco a poco sonrisas maliciosas torcieron sus labios. El reloj de la pared marcaba los segundos con un volumen que iba en aumento. Ellos eran Barthes, Jonas, Adorno. Fubini, Hausser y Eco. Reiz y Pudovkin estaban al fondo. Pilas de papeles volaron de aquí para allá, números y palabras, fórmulas y oraciones. Las puertas se cerraron, me encerraron. Y ellos se acercaron, lentamente. Con cada uno de sus respiros, fueron tomando un poco de mi fuerza vital.

Y yo, sin tiempo, sin voluntad, tenía que enfrentarme a cada uno, comprender sus tramposas composiciones, para vencerlos de una vez por todas.



Los finales se acercan.

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