Semana 37 - Loca de mierda

Hoy escribo bajo los efectos de la histeria femenina. Porque si un día salís a la calle sintiéndote, no una diosa, pero sí una chica que no está mal, al otro día se te da por pensar que pisar bosta de caballo con calzado bajo en una calle oscura es más agradable que mirarte en el espejo. Sostengo que la histeria es condición del humano, y que los hombres también la sufren. No sé si ellos llegan a pasar por esta seguidilla de pensamientos destructores del autoestima.

Son las inseguridades esas las que afloran de vez en cuando y te ponen los pelos de punta, mientras que todos a tu alrededor se preguntan "¿qué le pasa a esta piba?". Yo, por ejemplo, me suelo poner de mal humor y opto por mantener un mutismo digno de un monje en meditación, pero una interrupción, una pregunta, por más pequeña e inocente que sea, es suficiente para que haga cortocircuito y mis ojos se pogan rojos. Ahora, si la pregunta es algo similar a "¿qué? ¿estás de mal humor?", la bestia que llevo encadenada en mi interior se libera y solo volverá a calmarse cuando tenga sangre entre sus garras. El mal humor se me nota en la cara, en la voz, creo que hasta llego a oler a mal humor, pero por las dudas, lo aviso: "estoy de mal humor. No me jodan". Si aún así, alguien quiere correr el riesgo de entablar conversación, no me responsabilizo de NADA.

Este estado anímico es el primero. Puede venir seguido de un embole superlativo y momentos bajoneros, acompañados por una guarnición de dulces (preferentemente chocolates). Puede pasar que el momento bajonero me ataque solo, y, de nuevo, la pregunta "estás de mal humor", si bien no me crispa, me resulta insoportable. ¿Cómo se puede confundir tristeza con mal humor, eh?

Luego sigue la etapa reflexiva, donde la locura femenina aparece en todo su esplendor. "Estoy gorda. ¡No! Con este flotador es imposible que me ahogue. Claro, si me la paso comiendo... que pan, que chocolate, que caramelos y galletitas...", sumado a que en invierno se come más y que no estoy haciendo otro deporte que subir y bajar del 160, la situación no favorece a la cintura de avispa. Pero la cosa sigue: el pelo. Debo tener uno de los peores pelos.... inmanejable. Por lo general, no me importa su estilo "Angela Anaconda", todo lo contrario, pero en esos días, me revienta... porque está ESE mechón, curvo, que se te queda paradito apuntando para cualquier lado, imposible de bajar, como el pelo de Cameron Diaz en Loco por Mary. Y encima, azul. ¿Quién me manda a mi hacerme las puntas de colores? Rebeldía tardía, post renuncia laboral, se llama. Una gilada, bah.
Como si recién me viera en el espejo noto que soy muy alta para la altura promedio de la mujer, afortunadamente nadie nunca me llamó Torre Eiffel. Y como si mi imagen no pudiera emporar más, mi personalidad deja mucho que desear. Sin contar que tengo la boca más sucia que La Negra Vernaci. Este cúmulo de pensamientos, de auto-atentado termina por colapsar el día, y lo único que queda por hacer es ir a dormir, si es que no tuve la precaución de hacerlo después de comerme la segunda barra de chocolate, y antes de verme en un espejo.

El trato hacia mis pares va cambiando según la etapa que transite, desde expresiones de enojo, hasta la más absoluta indeferencia. Pero, con mayor o menor disimulo, lo único que puedo sentir es que odio a todo el mundo. "Dislikes many people... posibly everyone" dice en el comic Scott Pilgrim sobre Kim Pine y nada se ajusta mejor.

Por suerte, esto pasa de vez en cuando. Y por lo general, en "esa época del mes". ¡Ay, Andrés!

2 comentarios:

Juan Sin Nombre dijo...

a nosotros también nos pasa. solo que no tenemos como justificarla, y suele ser mas aleatoria. :)

Tato dijo...

Sí! Gracias por esta rebelación! Por la sinceridad. Me cansan los tipos que dicen que es cosa de minas y nada más...